(Captura con Microsoft Lumia 950XL) — 01-04-2017
Hay días de 10, de auténtico 10. Tenemos un patrimonio impresionante en la Jacetania y los valles colindantes. Ejemplo de ello es este, Coll de Ladrones. Descripción de la web de turismo de Canfranc, merece la pena leerlo.
La estratégica montaña de “Cot de Latrós” (o “Cod de Ladrones”) fue elegida en 1751 por el ingeniero Juan Martínez Zermeño para levantar una nueva fortificación fronteriza. Las obras, dirigidas por Pascual de Navas, concluyeron en 1758.
Tuvo planta en forma de herradura y su fuerza principal estaba constituida por dos baterías de cañones que dominaban el camino de Francia. Siete cuerpos abovedados servían de alojamiento a la guarnición, con sus correspondientes cuarteles de tropa, cuarto de sargentos, pabellón para el gobernador y oficiales, sala de armas, capilla y cisterna.
Su mala construcción ocasionó continuas filtraciones, por lo que se abandonó por inhabitable en 1777. Con motivo de la Guerra contra la Convención francesa (1793-95) se volvió a ocupar, pero en 1801 se abandonaba definitivamente.
A mediados del siglo XIX, y como réplica a la construcción del fuerte francés del Portalet (en Urdós, cerca de la frontera), se determinó reocupar la posición con la edificación de un nuevo fuerte, que ahora se denominaría “Coll de Ladrones”.
Pero las obras, que sufrieron numerosos retrasos, no se iniciaron hasta 1888 (proyecto del capitán de Ingenieros Julio Rodríguez). Lo esencial se dio por terminado en 1900 (fecha que campea en la inscripción de la entrada), recibiendo la visita del joven Alfonso XIII el 5 de septiembre de 1903. Tres años después se instalaba la artillería.
El viejo fuerte fue arrasado en su casi totalidad (excepto el lienzo septentrional, que sobrevive) y en su lugar se alzó otro bien diferente, rebajando previamente la cima de la montaña. En su frente oriental se abrió la puerta de acceso, a la que sucede un foso excavado en la roca, mientras que la fuerza artillera se ubicaba en el interior de cinco casamatas subterráneas cuyas cañoneras barren de noroeste a noreste. Una llamativa galería aspillerada, abierta en la peña, desciende hasta otra batería que domina la carretera.
El pabellón de oficiales (con las oficinas y enfermería) se acomodó en un sólido edificio dotado de escalera señorial y bien soleado, mientras que el cuartel de tropa (hasta 150 infantes y 50 artilleros) ocupa situación más umbría.
El fuerte quedó pronto obsoleto y se cerraba en 1961. En 1990 el Ministerio de Defensa procedió a la subasta del edificio, que fue adquirido por una sociedad privada.
Lo dicho, algo impresionante, ¿o no?
Pero esta maravilla se entiende mejor visto en perspectiva, ¿o no? Por ejemplo, desde el aire 🙂 Acompañado del Mavic es lo que tocaba. Y tras el vídeo, dos HDR desde el bicho
Moraleja tras ver estas tomas, necesito unos buenos filtros para el Mavic, los baratos hace perder nitidez…
Pero bueno, no acaba ahí el día, y es que San Juan de la Peña es algo brutal.
Una maravilla escondida en la montaña, y con algo brutal también, el entorno. Texto de Wikipedia
Cuenta la leyenda, que un joven noble de nombre Voto (en algunas versiones, Oto), vino de caza por estos parajes cuando avistó un ciervo. El cazador corrió tras la presa, pero ésta era huidiza y al llegar al monte Pano, se despeñó por el precipicio. Milagrosamente su caballo se posó en tierra suavemente. Sano y salvo en el fondo del barranco, vio una pequeña cueva en la que descubrió una ermita dedicada a San Juan Bautista y, en el interior, halló el cadáver de un ermitaño llamado Juan de Atarés. Impresionado por el descubrimiento, fue a Zaragoza, vendió todos sus bienes y junto a su hermano Félix se retiró a la cueva, e iniciaron una vida eremítica.
Este sería el inicio del Monasterio del que escribía don Miguel de Unamuno:
…la boca de un mundo de peñascos espirituales revestidos de un bosque de leyenda, en el que los monjes benedictinos, medio ermitaños, medio guerreros, verían pasar el invierno, mientras pisoteaban la nieve jabalíes de carne y hueso, salidos de los bosques, osos, lobos y otros animales salvajes.
Claustro de San Juan de la Peña.
Se habitan estas montañas poco después de la invasión musulmana, al construir el castillo de Pano, destruido en el año 734. El origen legendario del Reino de Aragón también encuentra en el monasterio cueva de San Juan de la Peña su propia historia, cuando reunidos los guerreros cristianos junto a Voto y Félix deciden por aclamación nombrar a Garcí Ximénez su caudillo que les conducirá a la batalla por reconquistar tierras de Jaca y Aínsa, lugar éste donde se produjo el milagro de la cruz de fuego sobre la carrasca del Sobrarbe.Reinando en Pamplona García Íñiguez y Galindo Aznarez I, conde de Aragón, comienzan a favorecer al Monasterio. El rey García Sánchez I concedió a los monjes derecho de jurisdicción, y sus sucesores hasta Sancho el Mayor, continuaron esta política de protección. Allí pasó sus primeros años San Íñigo. En el reinado de Sancho Ramírez de Aragón adquiere su mayor protagonismo llegando a ser panteón de los reyes de Aragón.
Fueron devastadores los incendios de 1494 y 1675. A raíz del último de ellos, se construyó el Monasterio Nuevo. El Monasterio Antiguo fue declarado Monumento Nacional el 13 de julio de 1889 y el Monasterio Moderno el 9 de agosto de 1923. La restauración fue dirigida por el arquitecto modernista aragonés Ricardo Magdalena.
Y hay cosas aún más brutales, como la vista de la Peña Oroel desde detrás, desde un sitio que no solemos visitar los Jacetanos (estamos muy bien acostumbrados a nuestras vistas)
Datos EXIF de la imagen del día
- – Apertura: ƒ/1.9
- – Cámara: Lumia 950 XL Dual SIM
- – ISO: 50
- – Localización: 42° 45′ 44.4394″ N 0° 30′ 45.0572″ W
- – Velocidad: 1/2899s
Y con la mejor compañía =)